El Chorro de Quevedo un punto de encuentro y de recuerdos

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Foto: LAUD

Sin temor a equivocarme puedo afirmar que el Chorro de Quevedo es un punto de encuentro. Allí van a parar todos los estratos sociales de Bogotá y los forasteros que llegan a visitar este lugar para 'matar' la curiosidad que despierta el citado lugar. También porque con el correr de los días se ha ido convirtiendo en un sitio turístico sin proponérselo pues  los mismos visitantes le han dado ese referente y lo han convertido en un territorio de obligatoria visita.

Allí llegan jóvenes, adultos, niños, ancianos, académicos, poetas, escritores, filósofos, como también los intelectuales que levitan. El sitio no tiene una estructura novedosa ni extremadamente llamativa, como tampoco el lujo de la modernidad ni de la posmodernidad. Este lugar de reunión es sencillo sin ninguna pretensión histórica, como tampoco tiene a sus alrededores lo más refinado de la arquitectura bogotana. Todo lo contrario,  sus ladrillos, sus piedras rústicas, y  su pavé  (adoquín) ubicado en el callejón del ‘Embudo' lo demuestra todo.

Allí se consume todo tipo de bebidas, pero hay una que  llama la atención: la chicha de maíz, que los expendedores de los barrios La Concordia y Egipto la envasan en los litros plásticos no retornables de Coca-cola. Los expertos tomadores de chicha dicen que es una bebida bendita, a ellos no les produce guayabo; el bisoño que prueba esta bebida le da un soberano guayabo que no hay pasta química que le quite el malestar. Estos mismos entendidos dicen que ese efecto le puede durar hasta una semana.

No hay que olvidar que el Chorro de Quevedo está incrustado en medio de universidades, casas de poesías, teatros, bibliotecas, librerías, restaurantes y casas históricas en  donde pernotaron heroínas de la patria como Policarpa Salavarrieta. Por estos días me di a la tarea de visitar el Chorro,  me fui por la calle 14 Número 1B- 24 para recordar lo días en que viví en ese  histórico barrio llamado: La Candelaria. Lo primero que me encontré fue con la remodelación del colegio la Concordia Sede A, y ya no quedan vestigios de lo que  fue en la última década del siglo XX.

Además, tengo un recuerdo  que me marca día tras día mi vida de padre y ciudadano. A esta institución educativa  acompañaba a mi hija Milena del Rocio Mestra, quien cursaba su validación de la primaria y se propuso continuar con el bachillerato, pero no quiso porque se convenció  que el estudio no se había hecho para ella. Desafortunadamente para mí, ella falleció hace dos años  aquí en la ciudad de Bogotá.

Cuando cumplía con el ritual  de llevarla me detenía en la entrada del colegio para leer un texto del predicador, periodista, y empresario Jamaicano Marcus Garvey, que dice "El conocimiento es la clave, lo sé por mi propia experiencia no me asusta decir que provengo de un estado de completa ignorancia, mi ignorancia sigue existiendo de muchas maneras, pero cada vez que tomo un libro siento poder, soy más poderoso el conocimiento es poder". Él fundó la 'Asociación Universal para la Mejora del Hombre'. No se me pueden olvidar estas experiencias, ya que cuando me tocaba ir  con ella al colegio, debía y tenía que pasar por el chorro, ése que hace parte de la historia de muchos bogotanos.

Todavía está allí, la placa que nos aclara y nos precisa que este sitio fue donde se dio la primera Fundación Santa Fe de Bogotá y fue lo que hoy es la Plaza de Bolívar. Si quieren llegar a ese punto de encuentro y desencuentro lo pueden hacer: por el Callejón del Embudo, por la Calle del Palomar del Príncipe, Calle del volcán San Vicente Calle 12B, y por la calle 13 con carrera 2a. Es un lugar que está matizado por los diferentes colores, olores, percepciones. Nos reta y nos desafía de una manera cordial a ver si somos capaces  de aceptarlo con su diversidad; convierte a los asistentes en   socializadores de toda la magia que encierra. No importa que un sector del barrio y de la sociedad lo estigmatice: el chorro siempre será el Chorro de Quevedo de los bogotanos y de los colombianos.

Me encontré con la alumna Erika Hurtado quien adelanta sus estudios de Literatura en la Universidad Distrital Francisco José de Caldas y es la encargada del punto 'Ven a leer al PPP' (Paraderos, Paralibros, Paraparques) en este lugar se prestan libros para que niños, adolescentes y adultos lean en el Chorro.  Es otra manera de acercarnos al entretenimiento y  a la cultura; esto fue ideado por Fundalectura con el apoyo de Idartes. Pero Erika dijo que dejó de funcionar cerca de tres meses porque no había plata para cancelarles el sueldo, y que esto no permitió prestar el servicio a la comunidad y a la ciudadanía que acude al sitio a leer. Suelen llegar estudiantes de otras localidades, como también de las universidades a realizar trabajos fotográficos y de periodismo".

El PPP se parece a los antiguos paraderos de los buses amarillos que existieron en Bogotá en el siglo pasado. Allí, debajo de un pequeño alar que tiene el punto de lectura se resguarda la estudiante de la lluvia y el sol.  Junto a ella pase la lluvia el  miércoles pasado, sin más protección que los recuerdos que me venían a la mente; eso sí cayeron  gotas de lluvias  enfurecidas y la brisa sopló con esa misma furia como dándole la mano a la brisa. Y volví a ese presente cuando recordé las palabras de Marcus: "pero cada vez que tomo un libro siento poder, soy más poderoso el conocimiento es poder".

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