Un reencuentro con la Biblioteca Luis Ángel Arango

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Foto: LAUD

Una de las bibliotecas más importantes de la capital colombiana es la protagonista de un recorrido que logra el reencuentro de un escenario primordial para el conocimiento.

Justo en el corazón de Bogotá, en el centro de uno de los barrios más pintorescos e históricos de la capital, la Candelaria, se encuentra un lugar dedicado a los libros, cabeza de la Red de Bibliotecas del Banco de la República. Hablamos de la Biblioteca Luis Ángel Arango, una de las más importantes de Latinoamérica, la cual cuenta con más de un millón trescientos mil volúmenes y recibe a miles de personas al año en busca de conocimiento y esparcimiento al lado de los libros.

La biblioteca fue inaugurada el 20 de febrero de 1958 por la firma de arquitectos Esguerra Sáenz Urdaneta Samper. Su nombre se lo debe a la persona que soñó y promovió el proyecto de su construcción, quien murió antes de ver abiertas sus puertas al público, el gerente del Banco de la República de 1947 a 1957.

La experiencia en la Luis Ángel Arango comienza desde antes de entrar, justo en sus alrededores, en pleno centro histórico, lugar que alberga una vasta movida cultural entre teatros, librerías, museos, centros culturales, universidades y actividades en torno al arte, las cuales se pueden vivenciar en cada rincón de la Candelaria.

La zona privilegiada en donde está ubicada la biblioteca recibe a una gran variedad de personas entre locales y foráneos, quienes pueden, por ejemplo, tomarse un café en la Patisserie Francaise, caminar por las callecitas coloridas llenas de historia hasta llegar al Museo Botero donde se puede disfrutar de su colección permanente y por último entrar por uno o varios libros a la Biblioteca Luis Ángel Arango, eso fue lo que yo hice, y toda la experiencia me permitió reencontrarme con un lugar que había dejado de visitar desde el año 2007, año en el cual investigaba para mi tesis de grado y estudiaba un intercambio en la Universidad del Rosario, la cual queda muy cerca y cientos de estudiantes se benefician de sus servicios.

Al entrar a la biblioteca recuerdo la razón por la cual me alejé de ella hace 6 años, me siento un poco perdida en medio de un lugar bastante visitado, pero carente de algo que llamaré “luminosidad humana”, siento una biblioteca muy fría para mi ideal de biblioteca, para mi preconcepto de lo que debería ser un espacio para los libros. Pero más allá de mis preferencias personales, descubro un recinto con mucha vida, en el sentido en que todo el tiempo tiene movimiento, bien sea por su ubicación estratégica o por su agenda de eventos siempre con interesantes proyectos por ofrecer; es así como decido darle otra oportunidad y subo al último piso, lugar donde la última vez me sentí desorientada e incapaz de leer un libro en sus instalaciones, entonces descubro que aquella “luminosidad humana” se refiere a una comparación, casi injusta de mi parte, con la calidez que siento bajo la arquitectura dominante y abierta a la vista de la naturaleza de la Biblioteca Virgilio Barco, joya de esta ciudad, por la cual decidí “matricularme” para terminar mis investigaciones de una tesis apasionante sobre el discurso afectivo del graffiti en Bogotá.

Me encuentro entonces con una Luis Ángel con un tono dorado que entra por sus ventanas, con una Luis Ángel organizada, imparable, y queriendo siempre sobresalir en la agenda cultural de la capital. Si bien no entra en mi imaginario perfecto de biblioteca acogedora y con vista a la naturaleza, sabe como proporcionar libros y mantenerse actual, es un escenario citadino de conocimiento; tiene todos los ejemplares que investigué, (algunos rebuscados y corchadores), es una Luis Ángel sobretodo de jóvenes, los cuales vienen de todas partes de la ciudad, una Luis Ángel que te hace entender porque es una de las más importantes de América Latina, y ese título se lo merece.

Y es que la Luis Ángel no es ese último piso de mis pasados disgustos, este espacio cultural es todo un conjunto arquitectónico que cuenta por un lado, con la Casa de Moneda, el Museo Botero y el Museo de Arte del Banco de la República, en el costado norte, cuenta con diez salas especializadas por áreas del conocimiento; Audiovisuales, Constitucional, Libros raros y manuscritos, Música, Geografía, Ciencias Sociales, Economía, Artes y Humanidades, Ciencia y Tecnología, y además, ostenta el récord mundial en número de consultas al año.

Tiene una sala de conciertos con capacidad para 367 espectadores, dotada con órgano y un sistema acústico envidiable. Por último, mi espacio favorito, la Hemeroteca, llamada Luis López de Mesa, en honor a un científico antioqueño quien escribió novelas y ensayos sociológicos e investigaciones históricas legados a Colombia. En la hemeroteca se pueden consultar diarios, revistas nacionales y extranjeras, material de referencia y acceso a colecciones especiales, mapoteca, material microfilmado y la exposición de instrumentos musicales colombianos, una de las más completas que tiene el país.

Hoy, para mí la Luis Ángel está más a la vanguardia, está más comprometida con sus lectores, pero también con quienes la van a oír, a sentir y a soñarla. Le deseo una larga vida llena de grandes eventos y un año en el que más personas se acerquen a redescubrirla, como yo, que me llevo una sonrisa muda, de esas cómplices con uno mismo luego de un grato re-descubrimiento. 

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