A pulso se sostienen las bibliotecas comunitarias en Bogotá

Biblioteca.jpg
Foto: eltiempo.com

Profesionales de distintas localidades buscan que los espacios para leer no desaparezcan.

Como si se tratara de una búsqueda bibliográfica, encontrar las bibliotecas comunitarias en Bogotá no fue tarea fácil. Por tratarse de una iniciativa ‘por amor al arte’ como se dice coloquialmente, muchas están cerradas, han cambiado de lugar o se han transformado en centros culturales en las localidades. Por fortuna existen varias historias con el mismo denominador: jóvenes interesados en construir ciudad a partir de la de la lectura, el teatro y la escritura.

Muchas de las bibliotecas comunitarias en Bogotá nacieron por iniciativa de estudiantes de la Universidad Nacional quienes durante la cátedra Antonio García Nossa tenían como fin construir un proyecto comunitario.

Es el caso de Leonardo Barbosa que en el año 2006 en la Localidad Los Mártires abrió las puertas de La Casa de las Adivinanzas, “tras el reconocimiento de las necesidades de la comunidad abrimos este espacio: madres que trabajan y dejan sus hijos solos o ante los evidentes vacíos en los niños debido al modelo educativo”, dijo el gestor cultural.

Este lugar lo describe John Sabogal quien participó del proyecto “como un espacio pedagógico, ambiental, artístico y musical. Estar allí era disfrutar de cuentos, títeres, teatro, malabares y estar rodeado de cultura. El dolor de cabeza siempre ha sido el presupuesto”, comentó.

Y precisamente esta situación llevó al traslado de La Casa de las Adivinanzas a la localidad de Keneddy. “Podríamos decir que la casa se transformó, allí existe una iniciativa muy importante, se trata de Techotiba un proceso de medios comunitarios que se está fortaleciendo y nuestra idea se sumó a este interés cultural”.

En la localidad de Usme la lectura de cuentos y novelas era el día a día en la biblioteca Hijos del sur. En el año 2002 Xiomara Finno, profesora de básica primaria empezó a buscar libros entre sus amigos, familiares y profesores para leerle a los pequeños del barrio.

“Cuando ya tenía material le pedí a la rectora del colegio donde trabajaba que nos prestara el lugar en las tardes. Y así empezamos de lunes a viernes, los sábados íbamos en la mañana. Leíamos historias y después los niños hacían con plastilina los personajes del cuento. En la noche hacíamos tertulia con los jóvenes, en una época debatíamos sobre el agua en Bolivia porque en ese tiempo era coyuntural, de la conciencia ambiental y de política también charlábamos”, contó Xiomara.

Este trabajo de autogestión es un viacrucis. Xiomara cuenta la anécdota cuando se quedó con todos los libros  y sin un lugar para tenerlos “ahí acudí a mi familia y pedí prestada la sala de mi casa”.

Ahora con un grupo de amigos y con la ayuda de los jóvenes que prestan el servicio social de algunos colegios distritales “arrancamos una experiencia teatral para niños, proyectamos películas y también están los libros a disposición de quienes nos visitan”.

Cerca del portal El Tunal sobre la avenida Boyacá desde hace siete años existe el Centro Experimental Juvenil de Tunjuelito y de allí nació la biblioteca comunitaria El Viejo Bucanero, lleva el nombre del escritor de esta localidad que dedica sus poemas al río Tunjuelo.

En los años de funcionamiento, la Biblioteca ha superado tres incendios “la estigmatización nos ha afectado mucho, posiblemente a los vecinos no les gusta ver diversas culturas urbanas que visitan el lugar: rockeros, raperos, punkeros, nos referencian como un sitio de delincuencia”, dice Norman Correa.

“Esto es una vocación, tratar de cambiar a través de la lectura y el debate la mentalidad de que la vida es mucho más que trabajar, dormir y comer”.

Este grupo de diez jóvenes artistas, politólogos y estudiantes  esperan en las próximas semanas abrir las puertas de la biblioteca  con actividades complementarias.

A pesar de que el Distrito tiene convocatorias para apoyar proyectos comunitarios, es evidente que no son necesarios. Los jóvenes necesitan unas instalaciones más cómodas y muchos más libros, de hecho, por tratarse de una iniciativa voluntaria las actividades no son permanentes, con autogestión tratan de darle continuidad a jornadas de lecturas y tertulia en cada rincón de la ciudad. 

Especial:

Un reencuentro con la Biblioteca Luis Ángel Arango

Una tarde en la Virgilio Barco

Share this