Primera parada: TransMilenio subterráneo

Luego de seis años desde la adjudicación del contrato para construir la estación, finalmente se inauguró la obra el 19 de octubre de 2013, siendo esta la Fase III de TransMilenio y la primera que cuenta con plataforma subterránea  en el país. Quisimos recorrerla con ojos críticos y con la idea de conocer más del “encanto” subterráneo que propone Bogotá.

La estación Museo Nacional tiene varias particularidades, una de ellas es que es la primera estación de TransMilenio de la Avenida Séptima, lo cual posibilita atender la demanda de los barrios San Diego, Samper, San Martín y sus alrededores. Otra diferencia es su cubierta, sus alrededores, en donde se contemplan lugares para el descanso de los transeúntes y ciudadanos del sector.

El día escogido para visitar esta estación en particular fue el pasado 6 de febrero, ‘Día Sin Carro’,  jornada con sol y bicicletas en Bogotá, pero al mismo tiempo caos vehicular, por razones como una concentración de buses y taxis con insuficientes carriles sobre la Carrera Séptima. Aún así, reconozco la buena voluntad en habilitar un espacio para los ciclistas de la capital, quienes respiraban el humo de los buses, los cuales evidentemente no cuentan con las reglamentaciones de emisiones de aire, un detalle que se debe solucionar, ojalá pronto, en esta ciudad en donde todos soñamos con una convivencia igual de placentera para quienes se movilizan en bicicleta, taxis o en los diferentes sistemas de transporte.

Volviendo a la estación en cuestión, me sitúo en la entrada sur para tomar algunas fotos con el fondo de la ciudad. Me focalizo en los detalles de mármol en el acabado del piso y tomo nota del acceso de rampas para personas con movilidad reducida.

Es evidente el diseño “zen” que le quisieron dar a esta terminal, sus jardines minimalistas, su iluminación led. Se nota la integración por color y textura en todos sus acabados. Sin embargo, lo siento un poco frío, sin mucha personalidad, en su búsqueda de “minimalismo” siento que desaprovechan mucho el espacio, de una Estación que puede llegar a ser más productiva, y la cual puede ofrecerle más al usuario, quien merece que los espacios de su ciudad interactúen con él.

Para mi concepto es una estación ‘aburrida’, teniendo en cuenta todo el movimiento que hay encima de  esta.  Arquitectónicamente se supo integrar muy bien con sus alrededores, pero por debajo no tiene el menor entusiasmo y esmero por sobresalir.

Inevitablemente pienso en un viaje reciente que realicé a Nueva York, en donde visité infinidades de estaciones de metro con tanta personalidad y creatividad que pondría alegre hasta al newyorkino más aburrido. Estaciones en las cuales el usuario puede tocar una melodía con unos tubos estratégicamente ubicados en las salidas, en donde puedes apreciar obras de arte contemporáneas en gran formato, en las que puedes bailar al son de los más experimentados músicos o deleitarte con las fotografías del artista más famoso del momento.

Porque quiero a Bogotá y sé que puede ofrecer más, me gustaría que se pensaran las estaciones como lugares donde haya la posibilidad de  interacción  con sus usuarios  dentro y fuera de esta, porque la ciudad se debe pensar no solo como un “fin” sino como un ‘proceso´ y así será divertido salir a coger el TransMilenio, caminar por sus calles o manejar una bicicleta.

Sé que existen otras estaciones donde se proponen cosas, como el intercambio de libros, pero qué bonito sería que los arquitectos de dichos sitios  venideros pensaran en darle un poco más de entusiasmo a los ciudadanos por la ciudad, ¿no es acaso ése el propósito de una ciudad cosmopolita, incluyente y propositiva?.

Acá les dejamos un artículo de ‘Abc.es’ de inspiración de las 10 estaciones de metro más espectaculares del mundo, donde ingresar al sistema de transporte no es una obligación sino un placer.  

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