Crisis y semestre: ¡Por la sensatez y la Universidad!

Lo ha hecho así particularmente durante los últimos años en los que se ha visto afectada la normalidad académica; esta última, parte del ethos universitario, ese que le da sentido a su existencia. Han sido tres paros y una pandemia las experiencias por las que ha pasado la Universidad entre 2018 y 2021.

La pandemia fue encarada por los órganos de dirección, por la comunidad, por la institución, acudiendo a mecanismos de equidad que además garantizaran, hasta donde fuera posible, la oferta académica. En conjunto, lo hemos hecho con decisión, con entrega y con eficacia; de modo que durante el 2020 pudimos desarrollar los semestres, aún con retrasos temporales, para terminar el año en marzo de 2021. La Universidad permaneció abierta y los semestres se completaron.

Los paros estudiantiles de 2018 y 2019, los vivimos con una flexibilidad que ante todo permitiera defender a la Universidad, salvar su destino cultural y preservar el cumplimiento de sus calendarios académicos, aunque nos fuera necesario extender algunas semanas para recuperar el tiempo que correspondiera al cese de actividades. El Consejo Académico puso todo su empeño para poner por encima de todo el interés superior de la Universidad. Además, trabajó por las garantías para los estudiantes y para que hubiese las condiciones necesarias que permitieran la contratación de docentes y de auxiliares de laboratorios, entre otros.

En el paro de 2021, lo primero que hicimos fue valorar ciertos rasgos de la coyuntura. Supimos observar rápidamente que se trataba de un descontento, determinado básicamente por las condiciones de deterioro social que afectan a la población, particularmente a la juventud, razones por las cuales los estudiantes de la Universidad querían solidarizarse con el movimiento nacional, actitud que le dio base al paro que ellos mismos decretaron.

En ese contexto, el Consejo Académico, ante el hecho real de un paro estudiantil que se imponía como una circunstancia inevitable, produjo un comunicado con el objetivo de, en vez de proceder a cerrar las actividades académicas, apelar al ejercicio de unos acuerdos entre docentes y estudiantes para desplegar un currículo alterno, y de esta forma, que se combinaran discusiones y prácticas de reflexión, a propósito de la situación nacional.

Fue una propuesta aceptada por el conjunto del Consejo Académico, incluidos los representantes estudiantiles. No era un proyecto fácil pero, como reto, era prometedor, pues ofrecía la posibilidad de una responsabilidad compartida para la innovación pedagógica, en situaciones extraordinarias.

Después de que transcurriera mayo, el experimento empezó a dar muestras de agotamiento. Durante junio, el cese de actividades terminó por imponerse sobre lo que aparecía como una innovación.

El 14 de junio el Consejo Académico lanzó un llamado para el regreso a clases, un hecho que de materializarse le daría paso a la normalidad académica, a la salvación del semestre y a los ajustes pertinentes en el calendario. Tal convocatoria, fundada en razones válidas, no tuvo sin embargo la recepción que era de esperarse. Muchos sectores, al contrario, reiteraron su voluntad de mantener el paro.

Esta vez hacemos un nuevo llamado a la comunidad estudiantil para retomar las clases lo más pronto posible, para llegar a acuerdos -en medio de esta reflexión colectiva- y para pensar siempre en el bien de la Universidad y de la educación pública. 

Pongámonos de acuerdo en el debate razonado y en un ejercicio generalizado de la unidad.

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Universidad Distrital Francisco José de Caldas

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