“Patroncinto, hágale que todo bien, yo se lo cuido"

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Foto: LAUD

Don Vega, el conocido guiador de carros de la calle 78 con carrera 11, se levanta todos los días a las cuatro de la mañana a cuadrarse lo del sustento diario. 

Hágale suave, cuádrelo bien que aquí no le pasa nada, es la frase que a diario repite Jairo Vega Alarcón a estudiantes, trabajadores y empresarios quienes como él, salen todos los días a realizar sus deberes diarios, que con dificultades, problemas, sueños y esperanzas buscan la forma de salir adelante.

Don Vega, como es conocido por los transeúntes y habitantes del sector, llega muy puntual a las 6:20 a.m. luego de un trayecto de 1 hora y 20 minutos en una travesía que incluye recorridos a pie y un transbordo desde el municipio de Soacha donde vive hace varios años con su esposa Sofia y su hijo de 23 años.    

Denomina su oficio como guiador de carros, “soy una persona que trato de ubicar los carros lo mejor que puedo, para que estén en el lugar indicado” comenta don Vega, quien empieza su día a las 4:30 a.m. cuando se levanta y pasa al baño a hacer lo que más le gusta; orarle y pedirle a Dios que lo guarde en su día de trabajo, es  una especie de ritual de protección que lo cuida en su labor de guiar y cuidar carros, una lucha que empieza desde que llega al trabajo, aproximadamente a las 7:00 a.m. y que termina a las 10:00 a.m. cuando se va el último carro.

Cuida los vehículos de personas que estudian en la Universidad EAN o trabajan en el edificio de Semana Publicaciones, con los que ha podido hacer buenas amistades. Las personas del sector han congeniado con él, porque cuando se dan cuenta de la manera de trabajar, le colaboran.  Incluso este guerrero urbano nos cuenta “que está pa' las que sea” y cuando ve que algún vehículo se encuentra percudido o embarrado por el mugre, él les comunica y si desean, prosigue con la limpieza de los carros.

Don Vega es un hombre organizado y se toma muy en serio su trabajo, muestra de ello es que carga consigo un cuaderno en el cual anota día a día el número de la placa del vehículo de cada uno de sus clientes, con nombre, el aporte que le brindan y por supuesto el número de celular por si en algún momento un carro que salga lo golpean por accidente, llevando de forma organizada el registro de entrada y salida.

Nos comenta que hay gente muy buena que valora la labor que ellos realizan en la ciudad, pero que también se ha encontrado con personas que bajo el criterio de que la calle es pública, pueden hacer uso de la misma libremente y dejar sus autos parqueados donde quiera sin reconocerle nada, sin darse cuenta que al dejar el vehículo parqueado sin ningún cuidado, se expone a que cuando regresen de sus actividades no encuentren un espejo o que le abran el carro y se le lleven objetos o maletas que tengan allí guardados o quizás una rueda, algo que es muy común en las calles de Bogotá.

Ha tenido suerte, porque nunca ha tenido que enfrentarse a un ladrón o una situación extrema en la cual peligre su vida, pero que si se ha encontrado en medio de chismes pues hay quienes lo consideran sapo.

Don Vega, se hace al día entre 28 mil y 30 mil pesos. Le dan por el servicio entre 1.500  y 3 mil pesos por ratos o medio día de cuidado y 5 mil pesos si la jornada se extiende a todo el día.

El mensaje que envía a los usuarios y habitantes de la capital es que, él siendo una persona mayor, desearía tener un trabajo bien remunerado y estable, pues en esa labor se sufre bastante por el calor, el frío o el agua, y le pide a la gente que le tengan paciencia y que sepan valorar su labor pero ante todo que siempre está para servirles, y les desea a todos sus clientes bendiciones.

“Soy un ciudadano que vivo de esto, porque realmente lo necesito”, comenta Don Vega.

En las calles de la ciudad, nos podemos encontrar a diario con historias similares o particulares, porque todos los que habitamos Bogotá, afrontamos cotidianidades llenas de angustias, frustraciones, pero también de logros y éxitos que nos hacen sentir orgullosos de lo que aportamos a nuestros hogares y en el fondo el aporte a la dinámica cultural y económica de la ciudad. Ojalá valoremos mucho más a las personas que desarrollan labores en el espacio público, como barrenderos, lustradores de zapatos y vendedores de mango, que día a día nos facilitan la vida sin esa mediación comercial, y que nos permiten construir confianza entre los bogotanos. Además, nada más delicioso que una mazorca asada o un pincho en el Parque Nacional a 2 mil pesos.

Don Vega es uno de esos personajes, que merecen que su historia sea reconocida, para que entendamos que significa estar en los zapatos del otro.

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